Durante toda nuestra vida hemos tenido a la Casa de Tucumán como un emblema de independencia, de deseo de progreso como Nación; siempre fue para los argentinos un símbolo de esperanza y consolidación de la patria que alguna vez nuestros próceres soñaron. Lamentablemente, a 208 años de ese grito de Independencia, la Casa de Tucumán estará siendo usada por personas que lejos están de ese ideal.
Pese a su proclama en pos de libertad que propició en campaña, el gobierno de Javier Milei nos hizo a los argentinos menos libres, menos independientes. La política de ajuste sobre los sectores sociales, sobre la salud y la educación pública y el corrimiento del Estado como garante del desarrollo y la inclusión, generó un inédito crecimiento de la desigualdad y dejó desamparado a la gran mayoría de los argentinos. Semana a semana se conocen datos que ratifican este rumbo que nada tiene que ver con ser más libres e independientes: cada día hay más argentinos con hambre, crecen los niveles de pobreza, cae fuertemente el valor de los salarios, hay menos empleo y se acrecienta la brecha entre los más ricos y los más pobres.
La Argentina supo ser un país de avanzada en materia de derechos sociales y laborales, pero en las últimas décadas se topó con gobiernos que nada pudieron, o supieron hacer, para fortalecer esa posición y esas conquistas. El actual gobierno libertario no solo profundizó ese deterioro en materia social sino que además, lo reivindica. Allí radica lo peligroso de su programa de gobierno. En sus propias palabras, busca destruir el Estado, que es lo mismo que decir que busca destruir a la Argentina y con ella, a todos los derechos que tanto costó conseguir para el pueblo trabajador.
Pero el plan de vaciamiento, desaguace y destrucción del Estado no es una tarea que solo la lleva adelante el Gobierno nacional: supo encontrar cómplices en este proceso en gobernadores y legisladores que, más preocupados por sus propios intereses políticos que por el bienestar social, se sumaron (por acción o por omisión) a esta plan macabro que nos condenará a sufrir consecuencias catastróficas para el pueblo.
Este 9 de Julio, más que un día de celebración, es para nosotros un día de profunda tristeza de ver en que se ha convertido la Argentina. Pero esa tristeza trae a su vez una profunda ratificación de la voluntad de luchar por nuestro país. APTASCH, desde su lugar de representación de trabajadores y trabajadores, sostiene más que nunca su plan de lucha para defender los derechos conquistados y evitar el avasallamiento al pueblo trabajador. Ver la Casa de Tucumán rodeada de políticas vendepatrias será doloroso, pero también será un constante recordatorio de no debemos bajar los brazos sino, por lo contrario, intensificar nuestra tarea.